No tengo ninguna queja de mi novio Víctor. Pero tampoco tengo ninguna duda de la siguiente afirmación: nuestra relación la salvó un vecino que nos mira cuando follamos.
Víctor y yo hacemos buen sexo. Me encanta cuando se levanta empalmado por las mañanas y en posición de cucharilla me la mete de lado. A veces me hago la dormida para que actúe con libertad.
Eso me hace sentir muy sumisa.
Me folla duro justo al despertar. Me eyacula en el muslo y se va a buscar papel para limpiarme. No intercambiamos ni una palabra.
Luego le miro cómo se prepara para ir a trabajar. Cómo sale de la ducha con la toalla. Cómo se pone el traje. Me pone mucho este momento del día.
Luego se acerca para darme un beso de despedida y su perfume caro me explota en la nariz. Con esa sensación mojo como una perrita.
Yo soy enfermera y hago turnos de noche. Me puedo quedar en la cama toda la mañana. Y cuando Víctor cierra la puerta para irse, me hago unos dedos sintiendo aún el olor de su perfume. Me corro bien rico.
Un vecino curioso: mi secreto
Una mañana de estas en las que me estoy dando placer con mis juguetes, me olvidé de bajar las cortinas de la ventana. En pleno acto miré hacia la ventana y vi a un vecino que se escondía con un movimiento rápido. Me estaba espiando desde su piso.
Es decir, un vecino nos mira cuando follamos con Víctor y es una experiencia muy morbosa.
Nuestro piso da a un patio interior. Este patio de vecinos consiste en cuatro muros llenos de ventanas y pequeños balcones de las otras viviendas. Es fácil ver el movimiento que hay dentro de los demás pisos.
¿Tenemos un vecino que nos mira cuando follamos?
Mi reacción primera fue de vergüenza y enfado. Y con el interior de los muslos mojaditos fui hacia mi ventana y bajé las persianas bruscamente.
-¡Será guarro! – pensé. -¡Iré a su casa y le diré cuatro cosas! -me propuse. Pero pasaron las horas y empecé a hacer tareas de la casa y el enfado se pasó y ya no le di más importancia.
No decirle a Víctor que un vecino nos mira
Ese mismo día, Víctor me preguntó cómo había pasado la jornada.
Por un instante estuve a punto de decirle que un vecino me había visto mientras usaba mis juguetes. Pero por alguna extraña razón no se lo conté.
En medio segundo me di cuenta de que la experiencia no me había importado del todo. Es más, creo que me había gustado. ¿Era posible?
Así que le conté a Víctor que no había hecho nada especial: poner lavadoras, ver una serie… Y me fui a trabajar.
Mi primera experiencia con nuestro vecino voyeur
Esa misma semana yo estaba en la cocina cortando unas zanahorias. Víctor vino por detrás y empezó a meterme las manos por dentro del pijama. Yo no llevaba sostén.
Empezó a estrujarme las tetas y darme besos en el cuello. Víctor sabe que me pone mucho que me sorprendan así por detrás. Y a él también le gusta mucho. Noté su erección clavándose en mi culo.
Miré de reojo por la ventana y las cortinas estaban abiertas. Víctor pensó que miré a las cortinas como si fuera un inconveniente que no estuviesen echadas. Él hizo ademán de irse hacia la ventana.
En ese momento, lo agarré por los hombros y lo puse de espaldas a la encimera de la cocina. Donde él estaba antes manoseándome, ahora estaba yo encarada a él sacándole la polla de los pantalones.
Me arrodillé y empecé a chuparle la polla. Hice un par de embestidas hacia adelante, de las que atragantan, para darle máximo placer.
Todo ese acto lo hacía con un pensamiento en la cabeza, ¿Estaría mi mirón en la ventana?
De la cocina a la cama
-Me voy a correr -me dijo Víctor.
-Aún no -respondí.
Fui andando hacia la cama quitándome las prendas del pijama. Primero la parte de arriba, dejando mis tetitas al aire. Después, los pantalones para quedar completamente desnuda. Víctor me miraba desde atrás.
De camino a la cama miré por la ventana para comprobar si mi amigo espía estaba de vigilia. Y ahí estaba. La sombra que se movía cautelosamente había detectado que Víctor y yo estábamos de faena.
El vecino que nos mira cuando follamos estaba en activo y mi coño notó unas cosquillitas nuevas que hasta hoy no había sentido.
Querido vecino, mira cómo me follo a mi novio
Me estiré en la cama ya desnuda. Victor venía detrás mía con su verga durísima apuntando hacia arriba. Se posó sobre mí y me la metió de golpe.
Víctor, jadeante, empujaba en mi interior. Yo disfrutaba cada una de sus embestidas.
Pero no tenía toda mi atención en el sexo que estaba haciendo en ese momento…
Clavé las uñas en la espalda de Víctor para poder levantar un poco la cabeza. Víctor seguía embistiendo.
Mi vista trazó una línea recta que atravesaba nuestra ventana e viajaba por el patio de vecinos hasta la habitación de mi mirón.
Y allí estaba.
Yo solo veía una sombra oscura que trataba de ser discreta. Pero yo sabía que nuestro voyeur tenía la mirada clavada en nosotros y que seguramente tenía las pupilas bien dilatadas; por la excitación y por no perderse detalle.
Darle placer al vecino que nos mira cuando follamos
-Ponme a cuatro patas, Víctor -dije.
-¿Ahora? Me iba a correr -objetó Víctor.
Me zafé del cuerpo de Víctor y me puse de perrito pero me situé de manera que mi cara quedara enfocada hacia nuestra ventana.
-¿Quieres detalles mirón? Pues aquí los tienes… -pensé.
Víctor me penetró por detrás. Mis pupilas se desplazaron hacia arriba y mis ojos quedaron en blanco. Mis tetas colgaban y empezaron a sacudirse al ritmo de la penetración.
-¿Estás disfrutando mirón?
Cuando Víctor me dijo que iba a correrse, me di la vuelta estirada boca arriba. Víctor soltó varias descargas de esperma que iban pintando mi cuerpo. Me llegaron hasta el cuello.
Adicta al vecino que nos mira follando
Con Víctor desmoronado por el esfuerzo, tuve tiempo para mirar por la ventana.
El mirón ya no estaba.
Quise imaginarlo en su habitación masturbándose compulsivamente. Me encantaba la idea. Satisfacer a dos hombres a la vez, sin ser infiel. Sin tocar al segundo.
Tenía que ser honesta conmigo misma: deseaba que hubieran sido muchos más mirones. Esta experiencia era adictiva.
—
Continuará…

