¿Se puede disfrutar con el rigor mortis? Ay… estas estudiantes de medicina lo descubrieron en una noche traviesa de Halloween… Vamos a disfrutar este escalofriante relato erótico de la noche de muertos… ¿estás preparada?
Era el comienzo de nuestro segundo año de residencia en el hospital y, luego de un periodo muy difícil de mucho estudiar y poco dormir, intentábamos recuperar un mínimo de nuestra vida anterior, de cuando aún nos divertíamos en las aulas de la universidad.
Se acercaba Halloween, una fecha que durante el primer año de carrera no nos hizo tanta gracia porque era el momento en el que los residentes jugaban bromas muy pesadas a los novatos poniendo incluso a prueba su vocación por la medicina. Este año nos tocaba a nosotros ser los verdugos de los recién matriculados y ya teníamos un plan entre manos…
Amanda y yo nos hicimos amigas desde el primer día de clase. Teníamos muchas cosas en común, entre ellas nuestra pasión por la medicina, la sangre caliente y el cerebro frío y un morbo que a veces no conocía límites.
Nos encantaba ir a la morgue de la facultad para ver si había nuevo material de estudio. Nos recreábamos imaginando historias sobre cómo habrían sido las vidas de aquellos cuerpos inertes.
Nuestra afición era tan enfermiza que nos entreteníamos comparando el tamaño de las pollas o de las tetas, el pubis o el culo de aquellos hombres y mujeres y solíamos hacer bromas con ello…
Fantasías con cadáveres y el rigor mortis
Amanda ¿Cuánto crees que se le levantaría la polla a este abuelito? ¿Cuándo habrá sido su último polvo? ¿Tendrá esta mujer las tetas postizas?. Mira a esta otra, tiene los pechos que le llegan a las rodillas… ¿y éste?… Este tiene los huevos más grandes que la polla…
Obviamente nos encantaba la anatomía pero más la de los vivos que la de los muertos. Nuestra vocación médica nos hizo llegar a conocer tan bien el cuerpo humano que parecía que tuviéramos una varita mágica para tocar a una persona y provocarle placer.
En el hospital nos habíamos hecho muy amigas del encargado de la morgue. Un hombre de mediana edad al que pudimos convencer para que nos dejara entrar con un par de novatos durante la noche de Halloween – ese era nuestro plan – y poner así a prueba su vocación médica y el control de su vejiga.
Teníamos todo preparado, queríamos darles un susto que pudieran recordar toda la vida. ¡Cómo lo íbamos a disfrutar!
Juegos sexuales con el rigor mortis
Quedé con Amanda en llegar primero a la morgue. Ella se encargaría de ir a la universidad a buscar a los novatos y los llevaría por la noche al hospital. Por suerte yo tenía el día libre y aproveché para hacer unos recados y en cuanto acabé, me acerqué de nuevo al hospital.
Me encontré con el encargado de la morgue justo cuando salía para comer, pero me dejó entrar, con la condición de que le esperara allí hasta que volviera.
Me puse a merodear entre las cámaras frigoríficas y casi sin querer me di cuenta de que en el registro aparecía un cuerpo al que hacía unos minutos acababan de bajar. Curiosa, me acerqué al sitio donde lo habían depositado.
Abrí la puerta y deslicé el cajón… era un chico, unos cinco años mayor que yo, increíblemente atractivo. Puse la mano sobre su frente y aún no se enfriaba del todo. Acababa de morir.
La belleza del rigor mortis
Quedé impactada por la belleza de sus facciones y mi curiosidad médica y morbosa me hizo levantar la sábana que cubría su cuerpo y entonces lo vi desnudo. Tenía un cuerpo tan atlético que parecía el David de Miguel Ángel y una piel que aún conservaba algo del hermoso color bronceado que debía haber tenido en vida. Tenía unos pectorales muy sexys, cubiertos de un espeso vello oscuro que le cubría desde el cuello hasta el pubis.
¡Ay, el pubis…! De entre ese matojo negro y espeso sobresalía una hermosa polla. ¡Jamás había visto una igual! ¡Ni siquiera en un hombre vivo!. Al verla me excité más que nunca y no pude resistir la tentación de tocarla. La cogí con cuidado, como si él se fuera a despertar o como si su polla se fuera a romper…
Él parecía un príncipe dormido, de finas facciones, pómulos marcados y labios jugosos. No pude evitarlo y le besé. Acaricié su pecho con mi mano mientras con la otra seguía cogiéndole la polla.
Besar a un cadáver
Muerte cerebral, decía su expediente. Por un fugaz momento quise imaginarme cómo había sido su corta vida. ¿Tendría novia o esposa? ¿Habría sido un deportista de élite o un fanático del gimnasio o será que su genética era perfecta? ¿A qué se dedicaría? ¿Y si era gay?…
Lo que importaba en ese momento era que lo había descubierto, que estábamos solos y que jamás en la vida había tenido pensamientos tan obscenos con un cadáver.
Comencé a hacerle una paja mientras me imaginaba que seguía vivo, que nos habíamos encontrado y que había saltado la chispa… que de repente nos habíamos comenzado a enrollar y que me invitaba a subir a su piso, a seguir la juerga…. Estaba demasiado excitada, sentía mi coño palpitante y húmedo cuando de repente ¡la polla se le comenzó a poner dura! ¡No me lo podía creer!
Erecciones de cadáveres
Algo había leído sobre las erecciones post- mortem pero la verdad es que jamás me había detenido a analizar o estudiar en profundidad el tema y en ese momento lo único que deseaba era ver hasta dónde podía crecer esa hermosa polla y si sería capaz de mantenerse lo suficientemente erecta como para que yo pudiera aprovechar el momento… y así fue.
Me quité las bragas y trepé como pude sobre la plataforma donde estaba depositado su cuerpo. El frío metal de la nevera me causó un enorme escalofrío al rozar mi piel pero no fue suficiente para apagar el fuego que ya se había encendido dentro de mí.
Disfrutando en el más allá
Me monté sobre su polla que, para estar en el estado en el que estaba, llegó a alcanzar un tamaño considerable. Mi coño estaba tan húmedo que no tuve problemas para introducirla en mi vagina y entonces comencé a cabalgar ese precioso cuerpo. Cerré los ojos para poder imaginarlo vivo, penetrándome de manera salvaje, con la intensidad y la fuerza de todos esos músculos en acción…
El tamaño de su polla y la inclinación de mi cuerpo parecían tan perfectamente calculadas que el roce con mi clítoris y la profundidad con la que conseguí que me penetrara me regalaron uno de los orgasmos más brutales de mi vida. ¡Un orgasmo de muerte!. Mientras estaba en pleno éxtasis, en mi coño sentí una cálida y viscosa sensación… ¡él se había corrido!
Me bajé de la plataforma de un salto y recuperé la compostura como pude. Cubrí el cuerpo con la sábana y lo dejé, tal como lo encontré (o casi) en la cámara frigorífica.
El rigor mortis se sentía rico
En eso llegó el encargado de la morgue y yo, sin más, salí corriendo.
Ese Halloween dejé plantada a Amanda que, en soledad, no pudo llevar a cabo el plan que con todo cuidado habíamos preparado para asustar a los novatos. Jamás le conté lo que pasó y jamás volvimos a merodear por la morgue.
Un par de días después, mientras hacía mi ronda en el hospital, me topé con el encargado de la morgue.
¿A que no te imaginas lo que ha pasado? ¡Uno de los cadáveres de la morgue ha tenido una erección! ¿Te lo puedes creer? El muy cabrón… ¡y yo que pensaba que el rigor mortis se refería a otra cosa!



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