La mañana antes de empezar en su nuevo trabajo Judith estaba muy nerviosa. No tenía ni idea que lo primero que pensaría al llegar a la nueva oficina sería «wow, quiero follarme a mi jefe«.
Pero mucho menos sospechaba que su jefe, David, pensaría lo mismo de ella.
Aún en su casa, se puso un conjunto bastante formal pero era imposible esconder las curvas y el precioso cuerpo que tenía Judith. A sus 25 años, con una carrera y un máster a sus espaldas, empezaba una nueva etapa y quería ir a por todas.
Se miró al espejo y vio a la perfecta morena con pelo liso que era. La chaqueta que llevaba dejaba entrever un pequeño escote que anunciaba unos pechos muy apetecibles para cualquier hombre de este mundo. Judith era, sin lugar a dudas, una chica muy atractiva.
Judith era una perfecta morena, blanco de deseo de todo hombre

Desconcertada: quiero follarme a mi jefe
Natalia, la head de recursos humanos, le enseñó a Judith toda la oficina y sus distintos departamentos. En marketing había un chico muy mono que le sonrió automáticamente. No obstante, esta muestra de interés tan descarada le causó mucho rechazo a Judith.
-Y ahora, si no está desayunando, te voy a presentar a David, el director de la empresa -dijo Natalia -David se interesó mucho por tu currículum desde el primer día. Pero está casado -dijo con picardía Natalia y le guiñó un ojo.
Y apareció David…
Me quiero follar a mi jefe porque es como un Christian Grey
Cuando entraron en el despacho de David, Judith se quedó estupefacta.
David era como un modelo de Zara. Rubio, alto, ojos claros. Se podía imaginar su cuerpo como esculpido en mármol, No era un jefe, era una obra de arte renacentista.
-¡Oh, por fin la tenemos aquí! ¡Judith! ¡Qué ganas tenía de conocerte!
David apretó fuerte la mano de Judith la cual quedó diminuta comparado con la zarpa de este adonis que podría estar caminando por una pasarela de moda.

Vergüenza y excitación
Judith notó como las braguitas se le entumecían. ¡Y había sido solo un apretón de manos!
Las mujeres pueden calcular en un segundo cómo de cachondas les pone un hombre. Y ese momento había sido eléctrico.
-Tengo muchas esperanzas en las ideas de marketing que has expresado en tus entrevistas. He visto todas las grabaciones.
Era cierto. Ahora se acordaba. Natalia le había informado antes de empezar de que cada una de las entrevistas que la estaban grabando en vídeo.
La idea de que David la hubiera estado viendo en los vídeos le hizo sentir mucha vergüenza. Se puso roja como un tomate. ¡Reacciona Judith! Es solo un hombre. Solo tu jefe.
Sueño con follarme a mi jefe
Judith recobró la compostura.
-Estoy convencida que las ventas online pueden mejorarse en poco tiempo. -dijo Judith con su mejor tono profesional.
-Pues si es así, lo celebraremos -respondió David y sonrió a Natalia.
Aquél celebraremos disparó la imaginación de Judith y se volvió a poner roja como un coche de fórmula 1. Le encantaría celebrar la mejora de las ventas online de rodillas frente a la silla de David… «¡No, no, no, Judith! ¡Para!» -se dijo a ella misma. Desear así a tu jefe el primer día de trabajo era un escenario que no había contemplado para nada.
Judith salió disparada al baño. Se frotó un poco el clítoris y se metió un par de dedos con mucha fuerza para calmar las palpitaciones que había sentido en el coño dentro de aquel despacho. Aquello la serenó un poco. Tiró de la cadena para disimular y salió a la sala.
Menudo primer día de estreno había vivido Judith. Lo que no sabía es que la historia con David se complicaría aún mucho, mucho más…

Inevitable: me quiero follar a mi jefe cada día más
Los meses fueron pasando y Judith estaba cada vez más cómoda en su nuevo puesto de trabajo. Se llevaba muy bien con sus compañeros, que la habían acogido con mucho cariño. Judith estaba radiante de felicidad.
Sin embargo, había una situación en la oficina que la incomodaba mucho: las reuniones a solas con David.
Y la incomodidad no era porque le hubiera dejado de gustar David. Al contrario. La incomodidad era fruto del deseo que sentía estando a solas con él.
Reuniones privadas
Cuando estaba reunida con David en privado, Judith se sentía muy atraída por la seriedad y profesionalidad de David. Lo admiraba. Y esta admiración hacía que Judith acabase con el coño empapado por tener que reprimir muchos impulsos de querer acercarse a David.
Judith quería ponerle el cuello de la camisa bien. Tocarle el hombro. O cuando ya estaba excitadísima, quería acercarse más y más para oler mejor su colonia. Se quedaba embobada cuando a David se le marcaba ligeramente la yugular.
Mi jefe se ha divorciado. Me quiero coger a mi jefe
Un día, Judith entró en el despacho de David y este presentaba muy mala cara. Tenía unas ojeras terribles y la sonrisa que le hizo a Judith tenía poquísima energía.
Judith empezó a presentarle los resultados de seguimiento de un cliente. Pero David estaba muy ausente.
En medio de la presentación, David puso una mano sobre unas de las manos de Judith.
-Basta… -Dijo David.
Judith no supo como reaccionar y se quedó petrificada.
David empezó a hablar:
-Siempre te he deseado, Judith. Intento no pensarlo. Pero es así. Cada día deseo menos a mi mujer y pienso más en ti. Además, mi matrimonio está a punto de romperse. Me has visto las ojeras, ¿verdad?
Judith estaba temblando pero David le estaba dando luz verde al deseo que ella también sentía.
Ahora, tenía un solo pensamiento en la cabeza: Quiero follarme a mi jefe y mucho.
Si quiero follarme a mi jefe, hoy es mi día
Se produjo un silencio que Judith rompió levantándose.
Pero no para irse.
Judith se sentó en la falda de David y empezó a frotar su culo por todo su paquete. David cerró los ojos y respiró profundamente.
-Oh, Judith…
Fuera del despacho se oían los pasos silenciosos de la gente hundiéndose en la moqueta y una máquina impresora funcionando a lo lejos. Una persiana veneciana les daba toda la privacidad que necesitaban.
Las persianas venecianas dan toda la intimidad que se pueda necesitar en una oficina
David empezó a ponerse duro. Judith frotaba su trasero cada vez más en el culo de David y disfrutaba notando aquel bulto que se iba inflando y clavándose en su vestido.
Judith cumplió ahora la fantasía que había tenido aquél primer día de presentación. Se puso de rodillas delante de su jefe sentado en su silla de poder.
Le desabrochó el pantalón y le bajó la bragueta. Aquella cremallera fina bajando fue todo lo que se oyó en el despacho.
Frotó su mano en el calzoncillo de David, ahora ya notando la verga bien dura marcada en el slip.
«Quería follarme a mi jefe. Lo he conseguido. Y nada me va a parar». Esta era la Judith joven cuando se desataba. Empoderada y decisiva.

Descubrir que mi jefe tiene la verga enorme
Judith le bajó el calzoncillo a David.
David no era una fuente de belleza solo exterior. Encima tenía una polla enorme. Judith notó la polla de su jefe bien caliente en sus manos.
Judith pajeó aquella polla circuncidada, y a la vez, aspiraba aire apretando los dientes produciendo un sonido muy ansioso. Se puso un par de dedos delante de los labios y puso en ellos un poco de saliva.
Con la polla de David bien húmeda y deslizante, colocó sus labios en la punta del glande. Volviendo los ojos en blanco, empezó a engullir aquel miembro tan apetitoso.
Sin embargo, por mucho que quisiera, aquella polla no iba a caberle en la boca.

Judith se quedó a mitad de la verga subiendo y bajando muy lentamente. Estos movimientos los hizo de aperitivo. Luego empezó a aumentar el ritmo y se forzó un poco más para llevar hasta su campanilla aquella polla de mastodonte.
«Gah, Gah, Gah«, eran los sonidos que emitía Judith cuando alcanzaba el límite que su garganta era capaz de engullir. Un hilo de saliva colgaba entre la boca de Judith y la polla de David cuando Judith retiraba la cabeza para recobrar el aire.
La saliva densa que provocaba aquella garganta profunda era muy placentera para David. El jefe de Judith acariciaba la cabeza de su subordinada para recompensar todo aquel esfuerzo.
El sueño de que tu jefe te coma bien el coño
David tomó impulsó para levantarse. Una vez de pie, agarró a Judith por el culo y la puso encima de la mesa.
Le quitó las botas a Judith tirando fuerte de ellas. Le quitó los calcetines. Y tirando de su cintura, bajó los pantalones y braguitas a Judith que quedaron vueltos del revés en el suelo.
Ahora se arrodilló David. Y le empezó a comer el coño a Judith con tanta ansia que Judith pensó que se quedaría sin aliento.
Judith se agarraba como podía a los extremos de la mesa que iba encontrando. Pero verdaderamente le estaba costando mucho coordinar cualquier movimiento del cuerpo.
Sentir la lengua de David entrándole en el coño y apretando hacia el interior le daba a Judith ganas de gritar, retorcerse y llorar. Todo a la vez. Demasiado placer.
Es mi jefe ahora quien quiere follarme
David ahora se puso de pie. Tenía la polla completamente dura. Judith buscaba el contacto visual pero David estaba extasiado mirándole el coño a Judith, buscando su agujerito para penetrarla.
Y David empujó hacia adentro. Aquella embestida de placer nubló todos los sentidos de Judith. Toda ella estaba concentrada en las paredes de su vagina que se expandían a medida que David empujaba.
Judith se había convertido en una cavidad elástica y húmeda que abrazaba y apretaba a la polla de David cada vez que se movía en su interior.
Y su misión era ordeñar a aquella verga. Darle toda la humedad y placer para que la verga de su jefe se corriera. Y Judith, convertida en aquella cuevecita de placer, quería quedar empapada con la esencia de David.
Entonces David se corrió. Y Judith sintió la esencia. La esencia del jefe que tanto había deseado. Ahora su jefe se podía ir lejos pero ella tendría un poco de él en su interior.
Y estaba feliz.

David le respiraba en el cuello. Bien corrido. Dentro de Judith. Y Judith sentía una felicidad casi eterna.
Después de follarme a mi jefe
Las semanas siguientes a la confesión de David y al consecuente acto sexual que David y Judith cometieron, estos dos compañeros de trabajo tuvieron que disimular su atracción y los jueguecitos que se traían entre manos.
Sin embargo, fueron muchos los encuentros fugaces que Judith y David tuvieron luego de su primera cogida.
Eran traviesos y se escribían mensajes de texto para acordar dónde y cómo encontrarse.
«Quedamos en el baño del último piso a las 11a.m. Ven sin braguitas.». Y Judith, diez minutos antes, se quitaba las braguitas llevando falda y las dejaba en el cajón de su mesa. Para a continuación subir super contenta las escaleras e ir a follarse a su jefe.
También les gustaba quedarse los últimos en el trabajo. Y follaban en medio de la oficina a lo bestia con el riesgo de que llegara en cualquier momento el equipo de limpieza. Gemir a rienda suelta con el peligro de ser sorprendidos excitaba mucho a Judith.
O como aquella vez que cogieron veinte minutos antes de reunirse con un importante cliente. Judith se tragó el semen de David e hizo toda una presentación de negocio sintiendo todo el rato el sabor agrio del esperma. Le hizo sentir con orgullo bien sucia y muy traviesa.
Coger con mi jefe me hace feliz
Y Judith, consciente e inteligente como era, sabía que aquella relación le hacía muy feliz.
No había culpa. Solo gozo.
Fue inevitable que iniciaran una relación estable, cargada de sexo. Cargada de juguetes, de esposas, de cuerdas, de consoladores, de disfraces.
Sin duda, fue un inicio en el mundo laboral que Judith no hubiera imaginado ni en la más oscura de sus fantasías.


